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La Feria de Albacete
Documentos de los siglos XV y XVI ya hablan de la Feria de Albacete y de la calle de su nombre, pero fue definitivamente el 6 de marzo de 1710 cuando Felipe V concede un privilegio de confirmación de la Feria albaceteña con carácter anual que habrá de celebrarse durante cuatro días en mes de Septiembre coincidiendo con la virgen patrona Ntra. Sra. De los Llanos.
Comenzó celebrándose en el propio casco de Albacete, tenía una duración de 10 días, que al principio empezaban el día de San Andrés (30 de noviembre) y más tarde el día de San Agustín (28 de agosto). La antigua Feria de los días de San Andrés o de San Agustín, cambió nuevamente de fechas y empezó a celebrarse el día 8 de septiembre, como una actividad económica paralela a la romería de la Virgen.
La construcción, en 1783, del actual recinto ferial, llamado popularmente “La Sartén”, constituye el afianzamiento definitivo de una de las ferias más importantes de España.
En 1834 se amplían los días de feria debido a su auge y posteriormente, en 1853 se efectúa otra ampliación quedando como días de feria del 7 al 17 de Septiembre que son las fechas de celebración actuales.
Durante los últimos siglos, la Feria ha estado destinada al aspecto comercial, pero desde hace un tiempo esto ha quedado relegado a un segundo lugar y ahora el núcleo principal de la Feria es la propia fiesta y resaltación de la identidad cultural manchega.
El Recinto Feria, joya de la arquitectura manchega
A lo largo del mango de La Sartén, hay dos edificios de carácter manchego flanqueados por un espeso arbolado a modo de avenida, y todo el cinturón de la propia sartén está asimismo jalonado por espacios verdes.
En el interior del Recinto Ferial se encuentra la Capilla de la Virgen de Los Llanos, así como exposiciones de todo tipo, casetas de asociaciones, verbenas, espectáculos infantiles,… siempre sin faltar los diferentes servicios de atención al ciudadano que, en esas fechas, se desplazan a los redondeles del Recinto, para estar cerca de todo aquel que visita la Feria.
Por último a lo largo de todo el Paseo de la Feria, avenida que conduce a La Sartén o Recinto Ferial, se instalan todo tipo de atracciones, tómbolas, (entre ellas la de Cáritas), puestecillos de dulces, vinos, aperitivos, etc.
Antigüedad: Breve historia del uso del Recinto Ferial y de sus aledaños: La Cuerda:
La Feria nació con carácter comercial, pues era una de las mejores ferias de ganado que se celebraba en España y, que se afianzó con la construcción, en 1783, del actual recinto ferial (La Sartén). Por estas fechas comienza el resurgir económico de Albacete, ligado al establecimiento definitivo de su Feria, verdadero centro de peregrinación comercial hacia la ciudad de gentes de todas las comarcas vecinas, e incluso procedentes de otras ciudades como Andalucía, Murcia, Valencia, etc. Esta gran afluencia de feriantes de todas las provincias limítrofes, y aún de algunas bastante alejadas, constituye la base más progresiva de la historia de Albacete. Las cifras de concurrencia de algunos años, por ejemplo de 1831, en el que se traen de lugares lejanos 56.744 cabezas de ganado mayor para venderse en “La Cuerda”, colocan a la Feria de Albacete a la cabeza de todas las de España.
En los ejidos de la Feria, tiempo atrás, y durante los días que duraba el evento, se levantaba un campamento de comerciantes que exponían para su venta el ganado traído desde todos los puntos de España. El sitio donde se ubicaban estos comerciantes fuera del edificio ferial era, y es todavía hoy, conocido como “La Cuerda”.
“La Cuerda” era el importantísimo mercado de ganado caballar, mular y asnal, donde se hacían los tratos y se celebraban las ventas; donde los labradores se proveían de hermosas mulas, indispensables para las faenas agrícolas. “La Cuerda” era como la médula de la Feria donde los presuntos compradores examinaban la dentadura del rucio, para saber la edad que tenía.
La mecanización del campo dio al traste con aquel mercado ferial de ganado y con ese ir y venir de caballerías que constituían el objetivo fundamental para el que se creó la Feria de Albacete.
Actualmente, en los ejidos de la Feria y en “La Cuerda”, (espacio exterior que rodea al Recinto Ferial), también hay sitio para los puestecillos ambulantes, para las casetas de la tradicional cuerda, donde se puede disfrutar de un ambiente familiar, gastronómico y fiestero, así como para los más jóvenes, que tienen allí un punto de encuentro en grandes carpas, (acondicionadas a modo de discotecas), con actuaciones musicales de los grupos españoles más importantes del año. Además, hay que sumar también la Caseta de los Jardinillos, que próxima al paseo de la Feria y al recinto Ferial, acoge grandes conciertos y actividades lúdicas.
Historia de la Feria de Albacete
En esta centuria se caracterizó Albacete por ser objeto de sublevaciones y escenario bélico entre los Reyes de Navarra, Castilla y el marquesado de Villena. Pero al tiempo que llegaba la paz a estos campos, y cesaba el protagonismo de la fortificada Chinchilla, la “Villanueva” del llano aprovechaba su privilegiada situación de intersección de caminos.
Estas condiciones permitieron un aumento y consolidación de la población que durante el siglo XV osciló entre 1000 y 1500 habitantes. Inmigrantes de las villas del contorno y moriscos andaluces acrecentaron la villa de Albacete.
El comercio, en forma de las sucesivas ferias, supuso un motor para la economía eminentemente agrícola y ganadera. Junto con la tradicional atención a viajeros y comerciantes, que todavía permanece en el callejero, (calle Herreros, Herradores), en el comienzo del siglo XVI, surgieron artesanos y especialmente cuchilleros. Trigo, azafrán y vid eran los principales productos que se comercializaban en Albacete.
En las Ordenanzas Municipales de Albacete de 1572 se describen los ingresos que el Concejo podría obtener de los mercaderes establecidos en la Feria. En este siglo una gran actividad constructora expande la ciudad hacia la Feria, con conventos, palacios y posadas.
Durante el siglo XVII la población albaceteña disminuyó, por las razones generales que afectaban a Europa y España, agudizadas en el llano manchego, tales como: las epidemias, las levas obligatorias y guerras y el hambre. Pese a lo anterior la tradición comercial continuó.
En 1672 se fundó el Convento Franciscano bajo la advocación en la Virgen de los Llanos y una década después requirió la celebración de la feria que hasta entonces congregada en la eras de Santa Catalina, en los aledaños de los edificios religiosos, aduciendo la posibilidad de un aumento de limosnas. Sobre esta advocación religiosa y su trascendencia entre los albaceteños, las investigaciones de Vicente Carrión pueden aclararnos mucho.
1. A principios del siglo XVIII, Albacete se enfrentó de nuevo a la escasez de cosechas, las fiebres palúdicas, las plagas de langosta y, por si esto fuera poco, a la guerra de Sucesión, tomando partido por Felipe V. La ciudad además de soportar el paso de las tropas entregó en 1707, los consabidos diez caballos al ejército borbónico.
2. Varias fueron las corporaciones peticionaras de una garantía jurídica para con la feria y, el seis de marzo de 1710, ya por insistencia o por los caballos antedichos, recibió del Monarca Felipe V la concesión de un mercado los jueves de cada semana y de una feria de cuatro días, desde el 7 al 11 de septiembre.
Con la autorización legal del privilegio comercial, el Concejo de Albacete ordenó el traslado desde Llanos a la Plaza y calle Mayor. Los frailes atentos a la pérdida de una financiación segura desoyeron los preceptos terrenales y durante años asistieron los comerciantes a una “feria dividida”, que calificó, (en 1883), adecuadamente el historiador D. José Sabater y Pujals.
Entre los años (1710 – 1712) la feria se celebró en dos lugares distintos. Por un lado, donde había indicado el municipio y, por otro, en la zona colindante al Convento Franciscano. Incluso en 1712, el Guardián del Convento había tratado de legitimar la irregular ubicación el tesoro económico requiriendo a los regidores albaceteños un establecimiento definitivo del evento comercial en los Llanos. La negativa fue desoída, al igual que una nueva misiva, el 7 de noviembre de 1712, del Concejo a los regulares expresando que el lugar de los Llanos no tenía agua para atender a los comerciantes, era inseguro, y estaba despoblado. Por último, una nueva carta en 1716 recordaba a los prelados la necesidad de cumplir la ley y no concitar a los mercaderes a las puertas del templo.
Treinta años después de divergencias y desoídas órdenes determinó al Consejo de Castilla por enviar a uno de sus vocales, natural de Albacete, Don Pedro de Cantos y Benito. Por solución comenzó a construir unas lonjas para albergar mejor a los mercaderes, circunstancia que aprovecharon los monjes para aumentar el numero de puestos hasta las mismas puertas del convento, con la oposición del funcionario real y del Concejo de la villa.
Terminando la década de 1740, tanto las autoridades religiosas como las civiles recriminaron las acciones de los conventuales, y , en especial, en una última carta del 26 de enero de 1755 del General de la Orden de los Franciscanos indicando que era una “grave irreverencia de un Santuario tan venerable y de lugar sagrado… y desdice de la observancia Regular”. Un nuevo intento de solución por parte del Concejo de Albacete fue adquirir en 1767 las naves construidas por Pedro de Cantos.
Ya en época de Carlos III, mediante auto rubricado en Madrid el 11 de julio de 1781, se autorizaba al Concejo de Albacete para que utilizase cuantas dependencias del convento fuesen necesarias para la celebración de fiestas o misas en honor de la Virgen de los Llanos, patrona de la villa. El auto estaba firmado, entre otros, por el Magistrado Campomanes, que poco después sería ministro de la Ilustración.
En 1783 hubo un cambio de timón en la situación, la ciudad quiso recuperar la feria para sí dotándose de un edificio propio y exclusivo en el lugar mantenido durante siglos: las eras de Santa Catalina. En sesiones de 2 y 3 de agosto de 1783, el Concejo de Albacete acordó construir “las nuevas obras que han de servir para celebrar la feria”, con arreglo a los planos hechos por el Maestro Arquitecto Josef Jiménez. Las obras del círculo interior duraron 33 días y los mercaderes se aproximaron a unas instalaciones cómodas y cercanas a la urbe. En 1784, bajo la dirección del Arquitecto Antonio Cuesta, concluyeron los trabajos.
La Gaceta de Madrid de 6 de febrero de 1784, en sus págs. 131-132, recogió el permiso concedido por el Consejo Real para establecer el lugar de la Feria en las eras de Santa Catalina, validando así la opción acometida por los albaceteños.
Al año siguiente el Ministro Floridablanca acusaba recibo de la misiva recibida desde el Concejo de Albacete, con proyecto y coste de la obra, y se comprometía en ayudar a la nueva instalación comercial. El Conde de Floridablanca fue impulsor económico de la ilustración, adoptó el libre comercio con los territorios de ultramar y creo el Banco de San Carlos, en una época de gran importancia para las ferias interiores como Mairena, Tendilla, Trujillo o Benavente.
La Feria de Albacete en la época ilustrada, recibió un fuerte impulso en un ambiente económico mercantilista, de protección manufacturera y fuerte tracción comercial emanada de la Junta de comercio, moneda y minas.
La pacífica llanura concitaba a comerciantes valencianos, murcianos, andaluces y del resto de la Mancha. Algunos de aquellos comerciantes, en otra constante en Albacete, se establecieron definitivamente en la ciudad de la llanura.
Por ello, es probable que en estos años de finales del siglo ilustrado de cuatro se pasase a más días de celebración, o así se sobre entiende a través de las informaciones posteriores a 1813.
El siglo XIX se inició con la construcción del Canal de Mª Cristina en 1805, lo que supuso la culminación del ansiado proyecto de conclusión de aguas estancadas que rodeaban la ciudad, así como mejoras sanitarias y posibilidad de regadíos estables.
Entre 1808 y 1813 Albacete soportó el paso frecuente de las tropas francesas entre el centro y levante, coincidiendo con unas crisis de subsistencias. Cuando terminó este tortuoso peaje la Gaceta de Madrid el 19 de agosto de 1813, daba en dos escuelas líneas la noticia de que la “antigua feria de Albacete… durará como antes, quatro días”.
La Provincia de Albacete se fundó en 1833 y al año siguiente la Audiencia Territorial. La jurisdicción sobre Cuenca, Ciudad Real y Murcia, además de su propio territorio provincial supuso una confirmación de la tradición jurídica de la ciudad. Dejando atrás el absolutismo trasnochado, el 23 de septiembre de 1834 de nuevo la Gaceta aumentaba el tiempo de duración de la Feria y, más significativo, trasladaba a octubre su celebración:
“S.M. la Reina Gobernadora ha tenido a bien acceder a que se traslade al domingo 5 de octubre próximo la feria que en 8 de septiembre se debió celebrar en Albacete, habiendo dignado también S.M. permitir que dicha feria dure ocho días.”
Durante las décadas siguientes y casi hasta concluir el siglo, Albacete libró los conflictos civiles armados con los carlistas, amurallando el núcleo urbano en varias ocasiones. El Instituto de Educación Secundaria comenzó a construirse en 1841.
Albacete orientaba su crecimiento uniendo a su tradición comercial, aspectos de centro administrativo. En la década de los 40 y 50 se fundó y amplió la Casa de la Maternidad, hasta convertirse en establecimiento provincial y un albergue específico para pobres.
A mediados del siglo XIX, la urbe se expande hacia el norte y a lo largo de la novedosa Estación de Ferrocarril, con un paseo (ahora llamado de la Libertad) que unió la Plaza del Altozano con la nueva infraestructura.
La feria de este año de 1854 estuvo marcada, como toda la ciudad y nación, por los cambios del “bienio progresista”. El 19 de julio se reunió la Junta de Gobierno de Albacete y en una alocución dictaba, entre otras, estas palabras:
“ … Pero la Libertad es la Ley; la Libertad es la justicia, la Libertad es el orden y es la moralidad. Sin estas condiciones no es posible ni duradera. La violencia la mancha, la anarquía la ultraja, la injusticia la pervierte, y la inmoralidad la corrompe. No lo olvidéis, ciudadanos: para ser libres es menester ser justos…”
En 1862, se rubricó el Real Decreto por el que Albacete se convertía oficialmente en CIUDAD. También por aquellos años lo que ocurría en Albacete debía interesar en la capital. La revista “El Museo Universal” de Madrid, en su número 47 de 25 de noviembre de 1866 recoge una crónica firmada por Eduardo López y González, parte de cuya arenga increpaba así:
“Abandonad tiendas y tenderos, lanzaos al paseo de la feria en busca de fuertes impresiones de viaje, de profundas emociones, de trágicas historias, de horrores de naufragios, de guerras navales, etc.… por la mísera cantidad de cuatro cuartos disfrutad de tan sabrosos esparcimientos en los ambulantes cosmoramas que os salen al paso. Preparados de esta suerte, los peligros de la Plaza de Toros, á donde forzosamente habéis de ir después, os parecerán un grano de anís, como les parece al millar de espectadores que a ella acuden provistos de sus formidables garrotes de feria, genero que abundantemente se expende…”
La estabilidad económica permitió un intenso brote cultural y social con la fundación de sociedades, casinos artísticos, con tímidos intentos de construir su Teatro, que fructificaría en 1887, con el Teatro Circo. Varios empresarios albaceteños, azuzados por la demanda de ocio cultural, invirtieron en la creación de este teatro con pista circense cubierta.
Este año se inauguró una sucursal del Banco de España y, al siguiente (1888) el alumbrado eléctrico público, convirtiéndose en la primera capital de provincia de España en ofrecer este servicio. Albacete contaba entonces con una población de 20.000 habitantes.
En años sucesivos nuevos proyectos privados sacaran a la luz nuevos escenarios y cinematógrafos. La afición por el teatro fue otra constante cultural del pueblo albaceteño.
De la electricidad producida en los saltos de agua del río Júcar se beneficiaron especialmente las fábricas productoras de harina, por cuyas proyecciones lumínicas y mecánicas dejaría Azorín descrito literariamente Albacete como el Nueva York de la Mancha.
La energía eléctrica llega a la Feria en 1889, se sustituyeron los candiles, velas y carburo por una luz brillante que alargó la jornada de comercio y divertimento.
Este año el Alcalde Andrés Collado Piña inició una reforma, eliminó los restos de materiales y elementos que aun quedaban del convento de los Llanos y abrió las dos puertas laterales de entrada, instalando las columnas de hierro en las galerías laterales de los puestos.
En 1898 Albacete contaba con tres periódicos y varios teatros y cines. Se pusieron en marcha dos grandes empresas harineras “Los Arcos” y “La Manchega”. También inicio su andadura “La Pajarita”, que con el tiempo sería una importante empresa nacional de pastas y chocolate.
La ciudad da muestras de un vitalismo económico y cultural. La tensión social por la pérdida de las últimas colonias del imperio ultramarino, se dejó sentir también en Albacete.
La Feria y sus puestos lúdicos, de teatro, cinematógrafo se constituyen como el centro de experimentación de las nuevas experiencias y espectáculos que poco después se trasladarán al los edificios del Teatro- Circo, Cervantes, Capitol...
La Feria del siglo XX evolucionó desde la cuerda ganadera a la maquinaria agrícola y en sus últimas décadas a la orientación lúdica y proyección turística.
En 1903 el Ayuntamiento de la ciudad impulsó la creación de la Sociedad de Aguas Potables de Albacete, con la misión de garantizar el abastecimiento, gracias a la altruista donación del acuífero de los Ojos de San Jorge por D. Saturnino López Villanueva. Comienza entonces a construirse un moderno alcantarillado.
El capital de la oligarquía agraria y la Cámara de Comercio crearon en 1905 una Caja de Ahorros, transformada después en Banco de Albacete, con sucursales en Murcia, Alicante, Ciudad Real y Córdoba antes de transcurrir una década desde su fundación. Además se constituyeron varias empresas eléctricas y se produjeron inversiones de capital en comercios albaceteños procedentes de empresarios catalanes, vascos y navarros.
En 1912 el arquitecto municipal Daniel Rubio construyó el octogonal kiosco del recinto ferial y en 1915 quedó ampliado el arco central de entrada al recinto. En 1924 y 1929 se inauguraron dos aeródromos, uno militar otro civil, en parajes cercanos a la ciudad. Se produjo la extensión del alcantarillado y pavimentación de las calles. Un grandioso depósito de agua en la calle del Sol abasteció el Albacete mas elevado.
Durante la II República alcanzó a la Feria la declaración de UTILIDAD COMERCIAL NACIONAL según orden del Ministerio de Industria y Comercio, fechada el 22 de julio de 1933.
Seis años después, en 1939 y tras el retroceso por la guerra civil, otro Director General de Comercio y Política Arancelaria, firmaba la Orden Ministerial “autorizando la celebración de la Feria Regional de Muestras” en Albacete, haciéndola coincidir con los tradicionales diez días septembrinos.
Durante la guerra civil se concentraron en la ciudad las Brigadas Internacionales, sufriendo la población varios bombardeos. Dura posguerra que retrotrae Albacete aspectos agrícolas y de subsistencia. La Feria decrece en esos años.
Una lenta recuperación conlleva que en 1944 de comienzo una necesaria remodelación del recinto, propuesta por los arquitectos Manuel Ortiz y Julio Carrilero. Se derriban las viviendas adosadas en la parte derecha del paseo central del llamado popularmente como rabo de la sartén, se edifican dos grandes pabellones y los círculos comerciales se ampliaron. Todo ello siguiendo los patrones estructurales y de diseño del propio conjunto ferial.
Entre los años 1950 y 1975 la Provincia de Albacete perdió alrededor de 60.000 habitantes, sin embargo, la capital de la población creció en más de 30.000 personas y experimentó un crecimiento de su población, con más de 30.000 habitantes.
La reina Doña Sofía inauguró en 1978 el Museo del Parque, integrado en un entramado vegetal natural. Los albaceteños superaron la media nacional en su participación y apoyo a la Constitución, un 88,2% dijo sí a la carta magna.
En mayo de 1979, comenzó el gobierno del primer alcalde democrático de la ciudad, el socialista Salvador Jiménez, que consigue otro reconocimiento para la Feria, la declaración de “interés turístico nacional”.
En 1985, inició su funcionamiento un nuevo Hospital que triplicaba la capacidad de atención al paciente. Emergió el Campus de Albacete dentro de la Universidad de Castilla – La Mancha. En tan sólo 13 meses se construyó el aulario de la Facultad de Derecho.
La Fundación March y el gobierno estatal consorciaron una inversión extraordinaria en cultura para Albacete, llamada “Cultural Albacete”, equiparando sus actos con los de ciudades de mayor población. Más de 80.000 personas asistieron a los actos organizados en su primer año de andadura. En 1986, durante la Alcaldía de José Jerez tuvo lugar otra remodelación del recinto ferial que afectó, especialmente al círculo interior.
Durante 1995 la Posada del Rosario y el viejo Ayuntamiento, edificios construidos en el s. XVI y el s. XIX respectivamente, se recuperaron como espacios para la cultural albaceteña.
Raigambre tradicional: continuidad en el tiempo año tras año
La feria de Albacete ha atravesado generaciones, crisis, guerras, modos de vida, profundas transformaciones sociales,… y pese a ello ha continuado año tras año, con una vitalidad desbordante.
Lo esencial de la Feria de Albacete es el propio pueblo de Albacete, su cita con la fiesta, con el rito anual de la diversión y de la expresión de sus costumbres. Se trata pues del encuentro ineludible con los elementos que hacen más grata la vida: la música, los toros, el aperitivo con los amigos, el paseo con los niños, las copas, la madrugada abierta hasta el amanecer, la hospitalidad con la que se recibe a esos familiares, amigos, conocidos que sólo vienen en septiembre… cada uno tiene su propia Feria. Y eso es la magia de esta Feria: la vibración armónica de miles de ferias particulares; el canto a la vida de miles de corazones albaceteños.
Dentro del raigambre tradicional de la Feria, se sitúan una serie de actos fundamentales, ya que han permanecido en ella a lo largo de la mayor parte su historia, y por tanto conforman la tradición ferial albaceteña, éstos son:
§ Cabalgata apertura de Feria: Consiste en el acto inaugural de la Feria, tiene lugar cada tarde del 7 de septiembre y se caracteriza porque con ella se produce el traslado de la Imagen de la Virgen de los Llanos desde la Catedral a su Capilla en el Real de la Feria, en la que permanecerá los diez días de duración de la Feria. A lo largo del recorrido de la cabalgata, acompañan a la Virgen las más importantes asociaciones de barrios de la capital con sus respectivas peñas. Además, junto a las carrozas, más de un centenar, les acompañan los músicos y una multitud de personas esperan impacientemente a que la Alcaldesa de la ciudad abra la Puerta de Hierros, (puerta principal que accede al Real de la Feria), momento en el que queda inaugurada oficialmente la Feria.
La Ofrenda Floral en Honor a la Virgen de Los Llanos: Cuenta con cientos de años de historia, de hecho es la más antigua de la historia de Albacete, pues viene celebrándose desde que ésta era tan sólo una villa y la gente de Los Llanos iba a la iglesia cada 8 de Septiembre a entregarle flores a la Virgen.
Es una actividad que sigue realizándose y cada año la participación es todavía más multitudinaria, en ella se puede sentir el cariño de los manchegos por su Patrona. El acto comienza con una misa manchega en la Catedral, para después continuar en desfile hasta la capilla de la Virgen en el Real de la Feria, donde los fieles depositan sus flores a la Virgen.
Corridas de Toros: No puede haber Feria sin toros. La importante tradición que caracteriza a la Feria de Albacete en materia de tauromaquia, se debe a la gran calidad de las corridas de toros, que año tras año acoge la feria desde el día 8 hasta el 17, las cuales son consideradas por relevantes expertos taurinos como de las más importantes de España.
Cabalgata ecuestre: La cabalgata ecuestre es también un importante y bonito acto de la Feria de Albacete. Su protagonismo se debe a la gran cantidad de caballos y enganches que llegan de toda la provincia para no faltar a su cita anual y rescatar antigüedades olvidadas en cuadras. En la Feria del 2007 participaron más de 300 caballos y cerca de 50 coches.
Clausura de la Feria: El 17 de septiembre con el traslado de la Virgen de los Llanos desde la Capilla del Recinto Ferial hasta su habitual emplazamiento en la Catedral y el consiguiente cierre de la puerta de hierros se pone punto y final a la Feria hasta el año próximo. Miles de albaceteños se reúnen en este acto de clausura, acompañando a la Virgen hasta la Catedral.
Las fiestas culminarán oficialmente con el castillo de fuegos artificiales, que se realiza en una explanada del paseo de la Cuba.