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FIESTAS EN MONTILLA
Los vecinos y vecinas de Montilla viven con especial entusiasmo las fiestas en honor a Don Carnal. Durante el mes de febrero, las murgas y cuartetos de la
localidad presentan sus repertorios en el Teatro Garnelo y se preparan a conciencia para el Certamen de Agrupaciones de Carnaval “Prudencio Molina” –que,
en 2009, ha alcanzado su vigésimo cuarta edición–.
En los últimos años, el Ayuntamiento de Montilla está potenciando el Carnaval entre los niños de la localidad y, para ello, plantea actividades dirigidas a los más pequeños, como una fiesta
infantil que se desarrolla en el Salón Municipal de San Juan de Dios.
A su vez, el Teatro Garnelo suele acoger un espectáculo infantil que pretende inculcar entre los niños el espíritu desenfadado y jovial que caracteriza a esta fiesta pagana que hunde
sus raíces en las Saturnales romanas. No obstante, el auténtico plato fuerte del Carnaval montillano lo siguen constituyendo el Certamen de Agrupaciones de Carnaval “Prudencio Molina” y el
tradicional pasacalles y concurso de carrozas y disfraces, que reúne a miles de vecinos y vecinas.
A su vez, desde 2008, el Teatro Garnelo acoge un espectáculo de Carnaval dirigido al colectivo de la tercera edad que cuenta con la participación de las murgas de Montilla y que está
presentado por José Salido, un veterano carnavalero de la localidad.
El programa de actos del Carnaval montillano se clausura el Domingo de Piñata con el popular Entierro de la Sardina. El
pasacalles, en el que se escenifica la muerte de esta fiesta, concluye en el Llanete de San Agustín, donde se ofrece a todos los presentes un banquete de sardinas asadas que es amenizado por las
agrupaciones carnavalescas de la localidad. El Llanete de San Agustín también acoge el pregón del Entierro de la Sardina, a cargo del Enterrador Mayor que, a continuación, preside
el Juramento Póstumo y la Quema de la Sardina. El programa de actos del Carnaval se completa con el popular Carnaval de
Calle, así como con las actividades que tienen lugar en la barriada de La Vereda, un núcleo de población situado en la Sierra de Montilla.
Los actos culturales y deportivos suelen centrar el programa que, cada año, prepara el Ayuntamiento de Montilla con motivo de la conmemoración del Día de
Andalucía.
Tras el tradicional pasacalles que lleva a cabo la Banda de Música Montillana “Pascual Marquina” el mismo 28 de febrero –y que concluye con la interpretación del himno andaluz a las puertas
del Consistorio-, el Ayuntamiento de Montilla ofrece una recepción a representantes de colectivos vecinales, culturales y empresariales de la localidad en la que se recuerda la aprobación del
Estatuto que dio carta de naturaleza a la autonomía andaluza.
Entre los actos culturales, destaca el Homenaje al Flamenco que, desde 1984, promueve el Ayuntamiento en colaboración con la Peña Cultural “El Lucero” y que
ha traído hasta Montilla a algunos de los artistas más relevantes del panorama flamenco actual.
Además de su extraordinaria riqueza histórico-monumental, Montilla se caracteriza por su interesante patrimonio cultural y festivo, del que destacan la Feria Real en honor a San Francisco Solano,
las fiestas de La Cruz o de San Sebastián, el Día de La Aurora o la Fiesta de la Vendimia Montilla-Moriles, declarada De Interés Turístico Nacional.
No obstante, si existe una fiesta que condense de una forma palpable siglos de tradición, de historia, de religiosidad popular y de cultura, esa es la Semana Santa, una celebración que traspasa
su componente religioso para convertirse, además, en todo un acontecimiento cultural y social en el que participan, de una manera u otra, unas 10.000 personas a lo largo de todo el
año.
Durante la Semana Santa, Montilla se transforma para rememorar la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Jesús de Nazaret con sus singulares desfiles procesionales, durante los cuales se reviven
escenas y episodios de La Biblia, dando lugar a un espectáculo popular único.
El quehacer diario de las hermandades, la ingente cantidad de actos religiosos y culturales que promueven a lo largo de todo el año y el gran número de proyectos de carácter social que se
acometen han erigido a la Semana Santa en el primer núcleo asociativo de la ciudad. Una efeméride que, además, permite reunirse a familias enteras. Porque la Semana Santa de Montilla no es sólo
una sucesión de procesiones, sino un abanico de impresiones y experiencias intransferibles atadas a los repliegues de la memoria.
Hablar del origen de la Semana Santa de Montilla es hacerlo, inevitablemente, de la génesis de su hermandad primigenia: la Cofradía Penitencial de la Santa Vera Cruz, cuyas primeras referencias históricas datan de la primera mitad del siglo XVI. Posteriormente, surgen las hermandades de Nuestra Señora de La Soledad, en 1588, y de Nuestro Padre Jesús Nazareno, en 1590, cuyos titulares se han convertido, a lo largo de los siglos, en dos auténticos puntales de la religiosidad popular, despertando la devoción entre las generaciones montillanas.
Hoy son doce las hermandades que celebran estación de penitencia y 28 los pasos o tronos que pueden contemplarse durante la Semana de Pasión, con imágenes tan antiguas como la del Cristo de
Zacatecas –que llegó a Montilla procedente de México en 1576–; el Cristo de La Yedra –al que la tradición popular le atribuye haberle hablado a San Juan de Ávila–; Jesús Nazareno; el Amarrado a
la Columna; El Rescatado; el Santo Entierro; el Cristo del Perdón; el Señor de la Humildad y Paciencia; las vírgenes de Las Angustias, La Soledad, La Esperanza, La Caridad, La Estrella o La Paz…
Imágenes, todas ellas, que conforman un elenco artístico y devocional majestuoso.
Son muchas las particularidades propias de nuestra celebración: ricos actos religiosos en Cuaresma, actos culturales únicos en España –como la Sentencia Romana a Jesús–, pregones, recitales de
saetas, muestras gastronómicas…
En Montilla, la Semana Santa comienza el Viernes de Dolores con la Ronda de Los Romanos y de la Agrupación Musical “La Unión”, que visitan todos los templos de la ciudad para ofrecer flores y
marchas a las vírgenes titulares de las distintas cofradías. Al día siguiente, el Pabellón Municipal de Deportes acoge la Representación Dramática de La Pasión, un espectáculo inconmensurable en
el que más de 400 personas ponen en escena, en 17 actos, la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.
También destacan de la Semana Santa montillana la popular Borriquita, la Presentación al Pueblo del Santísimo Cristo de la Juventud, el tradicional Semidoble de Zacatecas –un toque de campana que
sólo puede oírse en la noche del Martes Santo– o el recogimiento que se vive durante la procesión del Silencio, el Miércoles Santo. Un día más tarde, tiene lugar en la Plaza de La Rosa el
Prendimiento a Jesús Preso, una singular muestra de la teatralidad barroca que impregnan muchas tradiciones andaluzas contemporáneas en la que destaca la figura bíblica de Judas.
También es tradicional la colocación de la imagen del Cristo de la Misericordia en su calvario en la madrugada del Viernes Santo aunque, sin lugar a dudas, nuestra Semana Santa alcanza su punto
álgido con la bendición de Nuestro Padre Jesús Nazareno, una imagen que traspasa lo religioso conformándose en un icono de la idiosincrasia montillana. Justo antes de la última bendición, la
Centuria Romana Munda escenifica La Lanzada a la imagen del Cristo de La Yedra en una procesión bulliciosa que refleja a la perfección la popularidad y la espontaneidad montillanas.
El Viernes Santo, al anochecer, tiene lugar la procesión del Santo Entierro y de la Virgen de La Soledad, coincidiendo en la calle con la Hermandad del Sagrado Descendimiento que, a lo largo de
su cortejo, muestra la huella indeleble que el Maestro Ávila dejó en esta ciudad. Por último, el Domingo de Resurrección es ya tradicional el encuentro que protagonizan las Tres Marías con el
Señor Resucitado en la calle Gran Capitán.
Al igual que ocurre en otras localidades vecinas, la Semana Santa de Montilla concluye con los desfiles procesionales infantiles que, afortunadamente, conforman ya una estampa típica y que, de
alguna forma, vienen a garantizar el futuro de nuestras hermandades y cofradías.
Destacan los dulces como los pestiños, los borrachuelos, los gajorros, las flores, los roscos y las magdalenas, así como diversos guisos, empanadillas o alcachofas, sin olvidar el típico bacalao frito y la ensaladilla, que constituyen la base del almuerzo del Viernes Santo. Tampoco puede olvidarse el famoso cañadú que se vende en la calle Ancha y los exquisitos vinos y licores que han concedido a Montilla fama internacional.
El popular barrio de La Cruz acoge cada mes de mayo la Fiesta de la Primavera, organizada por la Asociación de Vecinos La Silera en colaboración con el Área para
la Igualdad y el Desarrollo Social y Cultural del Ayuntamiento de Montilla.
En las últimas ediciones, el colectivo vecinal combina los elementos tradicionales que caracterizan la Fiesta de La Cruz -como el adorno de las calles o el desfile de cruces infantiles- con
actividades nuevas dirigidas al público más joven. No obstante, el elemento principal de esta celebración no es otro que la entrañable convivencia entre los vecinos en un entorno histórico y
singular de la localidad.
El variado programa de actividades de la Fiesta de La Cruz cuenta cada año con actividades religiosas, musicales y deportivas. Así, además del tradicional desfile de cruces, que parte desde
el Colegio Salesiano para recorrer las calles del centro de la localidad hasta el Llanete de la Cruz, el anexo de cooperativa La Unión acoge cada mes de mayo el Festival
Flamenco, del que ya se han celebrado más de una veintena de ediciones.
Los frondosos eucaliptos que escoltan durante el año la impasible fuente de Cañalerma, se convierten en el mes de junio en un espectacular palio de respeto para recibir a la Señora de Las Viñas de Montilla. La ermita de La Merced, enclavada en el corazón mismo de la barriada del Gran Capitán, es el punto de partida para los miles de vecinos que, desde las 9.00, acompañan la pequeña imagen de la Virgen en su recorrido por los campos de Montilla.
No obstante, antes de adentrarse en esos senderos de albero claro que conducen hasta la Huerta Bellido, los romeros hacen una ofrenda floral ante el azulejo de la Virgen del Pilar que
preside la entrada de la casa cuartel de la Guardia Civil. Tras el solemne acto, la alegre comitiva se dirige por el camino de La Zarza hasta el paraje de Cañalerma, un lugar que durante todo el
año acoge numerosos peroles familiares y que representa un verdadero atolón entre un océano de vides y olivos.
Escoltados por una impresionante comitiva de caballistas, amazonas, carretas, coches de caballos y carrozas, los cientos de montillanos que participan en la romería pueden saborear la
esencia que impregna estas peregrinaciones centenarias, reunidos en amplios grupos familiares. Tras compartir comida, bebida, baile, cante y tertulia, los romeros toman el camino de vuelta a
Montilla en torno a las 19.30, cuando el sol comienza a dar tregua en la Campiña cordobesa.
Desde 2008, un pregón pronunciado desde el balcón central del Ayuntamiento de Montilla marca el inicio oficial de la Feria en honor a San Francisco Solano. La principal fiesta de la localidad,
que se desarrolla en torno al 14 de julio, día en que se conmemora la muerte de El mejor de todos los montillanos, cuenta con un amplio abanico de actividades deportivas y
culturales, muchas de las cuales se llevan a cabo en el Real de la Feria, ubicado junto a la zona del Polideportivo Municipal.
Además, el ambiente festivo que se vive en el recinto ferial se puede disfrutar también en las principales calles del casco urbano, gracias a la propuesta que planteó la Asociación de Vecinos "El
Centro" en 1996. Desde entonces, numerosos colectivos y hermandades instalan casetas en locales en los que se dan cita la gastronomía, el folclore y el vino de la tierra.
Por la noche, miles de vecinos, muchos de ellos llegados desde distintos pueblos de la comarca, se dan cita en el recinto ferial, al que se accede a través de la típica portada que representa los
desaparecidos arcos de la Puerta de Aguilar.
El barrio de Las Tenerías vive cada mes de julio su día grande. Fue en este lugar que aún conserva el sabor auténtico de lo montillano, donde Francisco Solano dio sus primeras muestras de
santidad. La tradición asegura que, siendo niño, El Santo acercaba cada día el almuerzo a su padre, Mateo Sánchez Solano, quien trabajaba cultivando la tierra en la Huerta de las Minas. En su
camino hasta el paraje de Huelma, el pequeño Francisco solía detenerse en la calle Córdoba con los muchachos desfavorecidos de Las Tenerías, a quienes entregaba, además de sus enriquecedoras
enseñanzas, algunas limosnas y parte del fardel que llevaba a su progenitor.
El último día de Feria comienza a las nueve de la mañana, con la tradicional diana floreada por las calles de la ciudad. Tras el tradicional repique del campanillo, la imagen de El
Santico recorre en procesión el antiguo barrio de Las Tenerías, acompañada por cientos de fieles que, cada año, renuevan su compromiso con esta pequeña talla que ocupa el retablo de una ermita
levantada en 1821 por Alonso Delgado, gracias a las aportaciones del gremio de curtidores y zapateros.
Desde las 10.15, las calles Altillos, Ciprés o San Antonio viven su particular día grande, envueltas en las melodías de los cientos de fieles que acompañan la pequeña imagen del santo patrono.
Coplas tradicionales que devuelven el protagonismo a una de las zonas más pintorescas de la ciudad.
La Fiesta de la Vendimia está declarada De Interés Turístico Nacional y en su organización intervienen el Ayuntamiento de Montilla, la Hermandad del
Señor en la Santa Cena, María Santísima de La Estrella y Nuestra Señora de Las Viñas -patrona del Noble Gremio de la Vid y el Vino-, así como el Consejo Regulador de la Denominación de Origen
Montilla-Moriles.
La localidad pertenece a una comarca eminentemente agrícola y es el centro de una Denominación de Origen vitícola de reconocido prestigio. El vino ha representado para la cultura y las
tradiciones locales un sello de identidad y un elemento económico de singular importancia que atrae, por sí solo, el interés de muchas gentes que desean y manifiestan, además de interés por este
genuino elixir, curiosidad por su nacimiento en la vid, su tratamiento en el lagar y su transformación en la bodega.
Pero por su tradición, por los oficios artesanales que giran a su alrededor y por la gastronomía que lo tiene como fundamento, el vino se convierte en una atracción más que trasciende la
naturaleza estrictamente económica que lo define como producto de consumo agroalimentario, de ahí el interés del Ayuntamiento de Montilla por celebrar la recolección de la uva.
La Fiesta de la Vendimia Montilla-Moriles tiene su origen en la Feria Real de Belén y es la más antigua de las que se celebran en la ciudad. Fue concedida en virtud de una instancia
dirigida al Consejo Real por Fermín Antonio Lumbreras en nombre de Francisco Rioboó y del procurador general montillano José Matías de Luque. En 1816, el Rey Fernando VII autorizó la celebración
de la feria durante los tres primeros días de septiembre.
La Fiesta de la Vendimia Montilla-Moriles fue declarada De Interés Turístico Nacional el 10 de diciembre de 1974, tras la celebración de dieciséis ediciones.
En el expediente relacionado con la declaración de Interés Turístico de la Fiesta, que se inició el 10 de febrero de 1972, se establecía que “el día 13 de noviembre de 1955, un grupo de obreros,
empleados y patronos del gremio vitivinícola montillano, se reunieron para fundar la Hermandad que bajo el título y patrocinio de Nuestra Señora de Las Viñas, había de agrupar a todos los que de
alguna manera están vinculado a la principal riqueza del pueblo”.
En aquella época ya se celebraban muchas de las actividades que aún permanecen en el programa de festejos, algunas de las cuales iniciaban entonces su andadura. Entre ellos destacó la
segunda edición de la Cata Flamenca, que contó con las actuaciones de Antonio Mairena, Fosforito, José Menese, El Lebrijano, Camarón de la Isla, Enrique Morente, Paco de Lucía, Melchor de
Marchena y Los Bolecos.
Entre los pregoneros que ha tenido la Fiesta a lo largo de su historia, hay que destacar al escritor José María Pemán en 1958, y a periodistas de la talla de Emilio Romero, Matías Prats o
Tico Medina.
Desde hace varias décadas, los actos institucionales se mezclan con las actividades festivas. Así, cada año, el comité organizador designa un capataz de honor que recibe las llaves y el cargo para, durante un año, erigirse en custodio y defensor de los vinos de la zona.
El acto tiene lugar el primer domingo de septiembre, al mediodía, en la casa en la que residiera durante treinta años el Inca Garcilaso de la Vega, considerado uno de los más grandes
cronistas de América y uno de los mejores prosistas del renacimiento hispánico. Durante el transcurso del mismo, el recién investido capataz debe dar lectura a un ripio ideado por el escritor
montillano José Cobos, que dice así: “Flamante capataz que me relevas, cofrade de fatigas y alegrías, colega de trabajos y de días. La llave del tesoro que te llevas, celosa guardarás durante un
año, con dignidad, sin trampa y sin engaño”. Por la noche, en el popular barrio de El Gran Capitán, se celebra la tradicional pisa de la uva, en la que se extrae el mosto a la antigua usanza, y
se ofrece a la Virgen de Las Viñas.
Coincidiendo con la Fiesta de la Vendimia Montilla-Moriles, se celebran en la localidad la Cata Flamenca, uno de los festivales más prestigiosos del país, así como la Fiesta del Vino y la
Tapa, el Concurso de Destreza en el Oficio –que reúne a venenciadores, volteadores y toneleros de toda la comarca-, la exhibición ecuestre, el pregón de la fiesta y numerosas actuaciones
musicales y deportivas.
La madrugada del segundo domingo del mes de octubre es laNoche de La Aurora, una aparente contradicción -noche y aurora son términos incompatibles- que, sin embargo,
cobra vida en Montilla cada año, desde hace siglos. La Aurora es la patrona de este pueblo, representada en una valiosa talla salida de la gubia de José de Mora, uno de los más significados
representantes de la Escuela granadina del Barroco español.
La fiesta en su honor está vinculada a la música. Pocos mensajes están tan llenos de tópicos y lugares comunes como esta tradición que inunda la madrugada de cánticos interpretados por
grupos de músicos ocasionales o de coros que guardan celosamente las viejas coplas a La Aurora y a La Rosa. La simplicidad de las letras, que glosan los Misterios del Rosario, cobran un valor
inusitado al interpretarse con la cadencia lenta y solemne de las Coplas a La Aurora o el alegre ritmo de las cantiñas que se engarzan a las de la patrona y que los montillanos dedican a La
Virgen de La Rosa.
La de La Aurora es noche de coplas y rondas de grupos de cantores que felicitan a las Auroras al pie de los balcones, de paseos por las calles, de sopaipas con chocolate y niños dormidos en
los brazos de sus padres. La primera ronda es para la patrona, asomada al dintel del templo parroquial, que sale en procesión en la tarde del segundo domingo de octubre. En definitiva, una larga
noche contra la que no han podido ni el paso de los siglos ni el cambio de las costumbres y mentalidades.