Primer Viernes de Mayo en JACA 2023

5 de mayo de 2023 - Programa del Primer Viernes de Mayo en Jaca: Ofrenda floral, Mercado Medieval, desfile, verbena, diana musical, festival de jota

Primer Viernes de Mayo en Jaca
Primer Viernes de Mayo en Jaca

PROGRAMA DEL PRIMER VIERNES DE MAYO EN JACA 2023

El Primer Viernes de Mayo es, sin duda, la fiesta que mejor transmite el fervor de un pueblo. Dice la leyenda que en el año 758 un ejército musulmán intentó conquistar Jaca. Los jacetanos dirigidos por el conde Aznar Galíndez lucharon desesperadamente por evitar la derrota. 

 

Cuando estaban a punto de claudicar, las mujeres de Jaca decidieron salir en ayuda de sus maridos armadas con utensilios de cocina. Al verlas llegar en el horizonte los invasores pensaron que eran ejércitos de refuerzo y huyeron despavoridos.

 

Desde entonces, todos los primeros viernes de mayo se celebra la fiesta que conmemora esta hazaña, en la que a lo largo de los siglos se han mezclado datos rigurosos con otros de origen legendario. Es una fiesta corta pero intensa, cargada de colorido y emoción.

 

Comienza a primera hora de la mañana cerca del cementerio de Jaca, en el Llano de la Victoria donde dice la leyenda que se celebró la batalla y posteriormente se levantó la ermita del mismo nombre (de la Victoria). Los jacetanos dan cuenta de un suculento almuerzo a base de migas, costillas y embutidos.

 

Al mediodía regresan a Jaca para celebrar el desfile de la victoria. Cerca de 2.000 jacetanos se visten con trajes de época e integran las escuadras que componen las huestes jaquesas: los artesanos, los labradores y los cristianos (corte condal). Todos ellos son guiados por el Conde Aznar, el verdadero protagonista de la jornada junto a las mujeres de Jaca. De hecho la fiesta tiene cierto componente feminista porque la tradición asegura que fueron ellas las que al salir en busca de sus maridos causaron la huida despavorida de los ejércitos invasores.

 

La jornada culmina sobre las dos de la tarde frente a la Casa Consistorial con el canto del himno de Jaca y su popular estrofa: “Jaca libre sabe vivir a la sombra del monte Oroel”. Es el momento más emotivo de todo el año. El Primer Viernes de Mayo concentra todas las emociones durante una sola mañana, aunque en los últimos años se han incorporado nuevos elementos que han prolongado las celebraciones desde la víspera hasta el sábado. 

 

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Historia de la Batalla

del Primer Viernes de Mayo

 

Una de las más brillantes páginas de los anales de Jaca, es sin duda alguna la que nos recuerda la memorable batalla que tanta solemnidad conmemora esta ciudad el primer viernes de Mayo.


Acerca de la época en la que acaeció tan glorioso hecho de armas, no están completamente acordes los cronistas; pero la mayor parte se inclinan á creer que tuvo lugar un año después de la conquista de Jaca por el conde D. Aznar, que la tradición y memorias antiguas aun existentes fijan en el de 760.


Conquistada Jaca, los cristianos se hicieron dueños absolutos de las montañas que la rodean, lanzando de ellas á los moros; más no pudieron éstos resignarse á renunciar á un punto tan importante, que antes había servido de base de sus operaciones, resolvieron su reconquista, y juntando numerosas y aguerridas fuerzas que algunos hacen ascender á mas de noventa mil hombres, comandadas por cuatro Valíes confederados y procedentes de Navarra, penetraron en Aragón por la ribera del río de este nombre, llamada Canal de Berdún, y se encaminaron á esta ciudad con la confianza más completa de poder arrancarla del dominio del conde D. Aznar.

 

Apercibiéndose este esforzado caudillo de la gran cruzada que á tal objeto se había formado; supo también las formidables masas de guerreros árabes que contra él venían; y aunque comparativamente su ejército era muy reducido é insignificante, no renunció á defender una conquista que tanto le había ennoblecido  en tanta estima tenía: sabía que sus montañeses eran valientes y resueltos y confiando en su decisión y arrojo, no dudó ningún momento en luchar resueltamente contra el enemigo tan arrogante y numeroso.

 

Ya las avanzadas de los musulmanes llegaban á las inmediaciones de Jaca, y levantaban sus tiendas al pie de las vertientes de la colina en cuya cima y llanura se halla situada la ciudad;(por este motivo aquel sitio es llamado el campo de las tiendas) sin arredrarse D. Aznar por la numerosa hueste enemiga que le amenazaba, y sin confiar la defensa al abrigo de las murallas, salió fuera de la población á buscar á los enemigos en su propio campo, marchando á la cabeza de sus bravos montañeses, que impulsados por su valor y civismo, no repararon en el número de sus contrarios, y sólo deseaban medir con ellos sus armas, luchando por la santa causa que defendían y prefiriendo antes morir en el combate, que entregar su ciudad conquistada á los que tan ufanos venían a dominarla.


D. Aznar con su gente encontró al ejército musulmán á media legua de la ciudad, en la confluencia de los ríos Aragón y Gas, donde luego se trabó el más empeñado  y reñido combate: los moros no podían presentar extensa su línea de batalla, porque la estrechez  y angosto del valle que forma el río,  no les permitía poner á la vez en combate  mucha gente; de manera que ocupando los cristianos montañeses el frente, las vertientes y los desfiladeros del mismo valle, supieron sostener bien, é impedir que estas cercaran la ciudad como tenían proyectado. Acometió el conde con los suyos á los infieles con tanta decisión y arrojo, que penetrando en medio de los escuadrones musulmanes, introdujo en ellos la sorpresa, la confusión y el desorden. La lucha era tenaz y sangrienta: el día avanzaba; la sangre de los combatientes enrojecía las aguas de aquellos ríos y por cada momento se empañaba más y más tan reñido combate; la inquietud y la zozobra afligía a los que habían quedado en Jaca, temerosos por el resultado de tan comprometida jornada; eran los ancianos, los niños y las mujeres éstas consideraban el grande riesgo que corría la vida de sus padres, de sus esposos y de sus hijos; deseosas de prestarles auxilio, y compartir con los mismos las fatigas y los laureles, y resueltas también á morir luchando, en medio de la ansiedad y sobresalto ñeque se hallaban, acordaron instantáneamente armarse de la mejor manera que las fuera posible, y salir al campo de batalla á combatir al lado de los objetos de su cariño.


Encontrábase la lucha en lo más empeñado, cuando en la cima de la cuesta que desde la ciudad desciende al río en el punto mencionado, se presentó aquel escuadrón de amazonas, resueltas y decididas á tomar parte en la encarnizada pelea: su vista animó a los montañeses  sus deudos, suponiendo que era un socorro que venía á su auxilio, sin que pudieran pensar que fueran sus propias madres, mujeres hermanas é hijas, ni que con ánimo tan varonil llegaran al sitio en donde cercadas de los mayores peligros, á la vista de horrorosas y sangrientas escenas y ante un enemigo tan poderoso y formidable, sólo una muerte segura podía esperar. Los moros también apercibieron luego con la mayor sorpresa de este inesperado auxilio, y creyéndolo un poderoso refuerzo que procedente de Francia venía en socorro de los cristianos, se alarmaron y se pronunciaron en precipitada retirada; entonces fueron acometidos por los montañeses con mayor brío y arrogancia, pues se animaban más y más á la vista de aquellas heroínas: puestos los enemigos en vergonzosa fuga, unos para salvar sus vidas se arrojaron al río, cuya corriente arrastraba un número considerable de cadáveres; otros perecieron víctimas de los filos de las armas cristianas y los más huyeron despavoridos y desanimados, abandonando el campo de batalla del que quedaron dueños absolutos los soldados del conde D. Aznar, tremolando victorioso el estandarte de Sobrarbe en que ostentaba la cruz roja, el signo de nuestra redención humana, ante el cual prosternados aquellos valientes vencedores y aquellas nobles y resueltas amazonas, en gritos de júbilo y de contento, vitoreaban sin cesar á su esforzado caudillo, y bendecían á su Dios por haberles concedido su poderoso apoyo para alcanzar tan importante victoria, que dejó bien asegurada la posesión de su ciudad querida.


En memoria de este glorioso suceso fue erigida en el siglo X la iglesia que, para el culto y veneración  de la Virgen Santísima bajo la invocación de Nuestra Señora de la Victoria, existe en la cima de aquella cuesta, en donde apareció el escuadrón de las valientes jaquesas, que se lanzaron al combate, y cuya sola presencia tanto influyó para la fuga y derrota de los infieles. En los lienzos de las paredes de aquel templo se hallaba trazado, en pinturas muy antiguas, que la ignorancia ha borrado posteriormente, aquel memorable suceso, que también está escrito en una tabla, renovada ya varias veces, y que se halla á la derecha del altar.


Para conmemorar tan importante triunfo, la ciudad de Jaca, representada por su excelentísimo Cabildo Catedral y por su ilustrísima municipalidad, se dirige procesionalmente á la mencionada iglesia; precede á esta comitiva un escuadrón de hombres armados, y uno de los regidores, vistiendo rico traje de color carmesí, en representación del Prior de veinticuatro, que era el cargo más preeminente de la ciudad, lleva un estandarte de seda con un escudo de armas de Jaca, rodeado de la inscripción que en letras de oro dice así: Christus vincit, Christus imperat, Christus regnat, Christus  ab ovni malo nos defendat.


Terminada la función religiosa, regresa la comitiva á la ciudad, trayendo colocadas en astas las cabezas de los cuatro Regulos, que según la tradición perecieron en la batalla, dirigiéndose á la puerta de la Casa Consistorial, donde termina la fiesta en medio del regocijo y algazara producida por los disparos de las armas, los acordes de la música, los repiques de las campanas y aclamaciones del pueblo.


Este texto ha sido reproducido íntegramente del periódico LA MONTAÑA de Jaca de fecha 1 de Mayo de 1897 en su número 51.

 

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