Semana Santa de Marchena 2013.
Se caracteriza por el afán de su gente por conservar sus tradiciones propias. Ejemplo único son los enterramientos cofrades, panteones en los que las Hermandades actuaron con clara vocación benéfica; o las reuniones de los viernes en las capillas; o el lenguaje cofrade y cariñoso del marchenero para decir de sus imágenes, Hermandades y costumbres: “el macaco”, “borriquita”, “el niño”, “la cernicalera”, “las moleeras”…
La intensidad con que se vive la fiesta en la calle durante el año es un avance para la Semana de Pasión. Las comidas cuaresmales destacan por la ausencia de carne, con platos como las espinacas con garbanzos, los dulces o el bacalao.
Aquí la Semana Santa no ha cambiado mucho desde la visita de Washington Irving y otros viajeros románticos del XIX, de ahí su autenticidad. Las Hermandades conservan la tradición de sus cuatro centurias romanas, los tres palios de plata, las piñas del “Dulce Nombre” o “Veracruz” y herencias medievales como la escenificación de la Pasión del Viernes Santo en “el Mandato” o el “Pregón del Ángel”.
Sus enseres y obras de arte son su patrimonio artístico, conservado con cariño y tradición, y unas maneras que se resiste a perder. La semana tiene sus propios sonidos: las saetas antiguas al
estilo propio de Marchena: “cuartas”, “quintas”, “carceleras”, todo resumido y difundido por la primera Escuela de Saetas de España, que defiende con orgullo que ésta es una de sus cunas.
Su “Madrugá” sorprende con la alegoría de la Pasión de un Niño Jesús que carga con una cruz, único en sus características, escoltado por su propia centuria y su banda, la decana de Marchena. El elegante palio de la Piedad se hace milagro a su estrecho paso por calle Gudiel. La austeridad franciscana y el esplendor de plata en cruces y palio recorre el barrio antiguo, entre almenas y torreones. Un sabor único acompaña a Jesús Nazareno desde su salida entre saetas, y a la luz de las estrellas hasta la mañana del “Mandato”, escenificación de la Pasión en la antigua “Plaza Arriba” con la lectura de la sentencia de Pilatos. Luego se vuelve negro y silencioso con el Cristo de San Pedro en la calle; sus nazarenos cantan saetas al único Cristo con dosel, y el palio de las Angustias cierra el cortejo del luto. La Soledad, imagen del siglo XVI, hace resurgir por unas horas la tradición ducal marchenera con la presentación institucional acompañada al Cristo Yacente.
Finalmente el Domingo de Resurrección se vuelve capilla de puertas abiertas un tiempo para la visita final a todos los pasos expuestos en las iglesias.